El estrés laboral es uno de los principales problemas de salud de quienes trabajan y el buen funcionamiento de sus organizaciones, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En España, un estudio reciente de Nielsen concluye que el 84% de la población sufre estrés, el 29% por motivos laborales.

Un individuo sometido a estrés (distress) puede estar cada vez más angustiado e irritable; ser incapaz de relajarse o concentrarse; tener dificultades para pensar con lógica y tomar decisiones; disfrutar cada vez menos de su trabajo y sentir menor compromiso; estar cansado, deprimido e intranquilo; tener dificultades para dormir; sufrir problemas físicos graves como cardiopatías, trastornos digestivos, aumento de la tensión arterial y dolor de cabeza, trastornos musculares entre otros síntomas físicos y psíquicos. Las razones por las que emergen en un trabajador algunos de estos síntomas  dependerá de una serie de factores amortiguadores que ejercerán en mayor o menor medida de contrapeso. De ahí, que ante una misma situación nos encontramos con trabajadores/as que manifiesten menos estrés que otros.

¿Cómo afecta esto a la organización? Una entidad con un elevado número de personal estresado tendrá probablemente mayor absentismo, menor dedicación al trabajo, aumento de la rotación del personal, deterioro del rendimiento y la productividad, más prácticas laborales poco seguras, accidentes y quejas de clientes, efectos negativos en el reclutamiento de personal, aumento de los problemas legales ante las acciones emprendidas por trabajadores y trabajadoras que sufren estrés y deterioro de la imagen institucional entre el personal empleado y de cara al exterior.

La mejor manera de prevenir el estrés, de convertir la entidad en un espacio de trabajo saludable, pasa por una buena gestión y una organización adecuada del trabajo. Para ello, se debe contar con una política de gestión de la salud del trabajador/a mediante el establecimiento de una serie de mecanismos de evaluación de riesgos, adopción de medidas y rehabilitación del personal. La estrategia debe centrarse en combatir los riesgos en su origen, en la prevención.

Éstas son algunas propuestas para, como empleador/a, prevenir el estrés laboral:

  • Proporcionar información clara sobre la estructura, finalidad y prácticas de la entidad.
  • Seleccionar a personal cuyas competencias, conocimientos y capacidades se correspondan con las necesidades de cada puesto de trabajo.
  • Evaluar a los candidatos y candidatas en función de los requisitos del puesto.
  • Proporcionar la capacitación oportuna.
  • Supervisar y asesorar de manera eficaz.
  • Describir el puesto de trabajo de manera clara para que tanto empleador/a como miembros del personal conozcan las características y el nivel de exigencia.
  • Comunicar y escuchar al personal empleado.
  • Cumplir los compromisos adquiridos.
  • Fomentar la socialización y el trabajo en equipo.

Además, modificar el entorno laboral, redistribuir la carga de trabajo, estimular la práctica de ejercicio o la asistencia a cursos de relajación, mejorar el equipamiento y las condiciones físicas del trabajo, e introducir una cultura más cordial, basada en el apoyo, pueden contribuir a crear un clima laboral más saludable.